sábado, 7 de enero de 2012

Bloque 2

La adaptación de este cuento va dirigida a niños de 2º ciclo de Educación Primaria (8-10 años) ya que considero que es un cuento demasiado sencillo para niños más mayores y podría incluso a llegar a aburrirles, mientras que tampoco podría ir dirigido a alumnos de primer ciclo porque puede que algunas de las palabras que he utilizado (centenar, peñasco, reino, caballero, atestada, miramiento, risueña, etc) no sean adecuadas para ellos y podrían perderse y no encontrarle sentido al cuento (si bien, podríamos utilizar sinónimos para esas palabras y de esta manera sí que podría ir destinado a niños de esa edad ya que la extensión y estructura del cuento sí que podría encajar perfectamente con estos alumnos) .


Todo transcurrió hace aproximadamente un centenar de años,  en el sur de un país llamado España, era una zona montañosa, Sierra Morena, creo que recordar que se llamaba, una zona con muchas cuevas, grandes peñascos y de muy difícil acceso. Pues bien, en este reino, como en todos los demás, había un rey y una reina, tenían 7 hijos, todos ellos casados excepto la más hija más pequeña, que se llamaba Zoraida. A decir verdad, ésta era conocida en toda la comarca por su gran belleza e innumerables apuestos caballeros habían intentado pedir la mano de la joven ante el mismísimo rey prometiéndole grandes sumas de dinero para él y una vida atestada de placeres y caprichos para su hija pero ella, que al fin y al cabo tenía la promesa de su padre de elegir con quien se casaría iba rechazando a todos ellos sin ningún tipo de miramiento. Ella era una chica joven y alegre que sentía total felicidad viviendo al lado de sus padres y saliendo cada mañana al jardín de su castillo para disfrutar de la variada naturaleza que en él había.
Una vez al mes Zoraida, cogía su cesta de mimbre y se iba a buscar unas maravillosas manzanas rojas que solo se encontraban en un bosque a un par de horas de su castillo. Esas manzanas eran sin duda alguna su comida favorita por lo que la joven iba encantadísima de la vida en su búsqueda.
Así pues, ese día había llegado y ella se levantó muy temprano para peinarse su larga cabellera rubia y hacerse una bonita trenza que llegaba hasta bien pasada la mitad de su espalda. Desayunó, se despidió de sus padres y acto seguido partió hacia ese bosque con una gran sonrisa en la cara. El camino era largo y el sol aunque aún era bastante temprano, ya estaba en lo alto calentando como si le fuese la vida en ello pero la joven tan risueña como siempre, no paraba de cantar y derrochar felicidad a cada paso que daba.
Todo iba como siempre y aunque el cansancio iba haciendo mella en la joven, ella, seguía cantando y cantado como si nada hasta que pese a los avisos de su padre de que no se arrimase demasiado a los barrancos y tuviese muchísimo cuidado por el camino, su felicidad se vio truncada en unos segundos al pisarse uno de los volantes de su bonito vestido y caer por un precipicio de un par de metros de altura. Apenas sufrió daño alguno ya que unas zarzas amortiguaron su caída y tan solo unos arañazos y moratones recorrían sus brazos. Pero lo peor de todo es que por más que intentaba una y otra vez escalar el desnivel para volver al camino que le llevaría de vuelta a casa le resultaba imposible y una y otra vez se escurría y volvía al mismo punto. No le quedaba otra que gritar con todas sus fuerzas pidiendo auxilio y esperar a que algunas de los agricultores que estuviesen trabajando por la zona escuchasen sus voces y se apresurara a ayudarla.
Pero parece ser que ese no era un buen día para la chica y el viento del sur se llevaba sus gritos montaña arriba sin que nadie pudiese oírlos, con lo que el día iba agotando sus últimas horas y ella dándose por vencida, se sentó y se dispuso a pasar la noche acurrucada en sí misma para soportar las bajas temperaturas que se esperaban en la noche.
Y de repente, cuando estaba anocheciendo, el estrepitoso sonido del correr de los caballos sobre el camino que estaba un par de metros sobre su cabeza, la despertó exaltada y como si de un resorte se tratase se puso en pie y se apresuró de nuevo a gritar para alertar a esas personas de que necesitaba ayuda.
Los dos caballeros, a pesar de la velocidad que llevaban, se sorprendieron al ver una bonita cesta de mimbre en mitad del camino, con lo que disminuyeron la velocidad y escucharon las súplicas de la joven. Acto seguido, los dos jóvenes descabalgaron de sus monturas y sacaron del entuerto a la chica que muy agradecida se presentó ante ellos como la hija de un granjero de la zona que se había caído por jugar en una zona poco segura.
¿A ver chicos, alguien me puede decir por qué creéis vosotros que la chica se presentó ante los caballeros como la hija de un granjero y no como la hija del rey?
Esto lo hizo porque la chica pensó que si decía eso los caballeros la dejarían en paz y no mostrarían mayor reparo en ella, con lo que pensaba ir rápidamente de vuelta a su castillo y decirle a su padre que el motivo de su retraso había sido porque se había perdido buscando el manzano, mientras que si les decía a los jóvenes la verdad, suponía que ellos querrían acompañarla al castillo para pedir una recompensa a su padre por haberla ayudado y este se enfadaría con ella por haberse metido en líos.
¿Pero sabéis qué?
Que la joven Zoraida se equivocó y los caballeros, que no sabían quien era por estar viajando constantemente de un lado para otro trataron a la chica como si efectivamente fuera de la realeza y la dijeron que no era seguro caminar de noche por esas escarpadas tierras, con lo que debería reemprender su retorno al amanecer y pasar la noche junto a ellos.
La joven, al ver que parecían ser unos muchachos de fiar y que le parecía que esa elección era la más coherente, acepto la proposición, se subió en uno de los caballos junto al que parecía ser el más joven de los dos y reemprendieron el viaje hasta su morada.
Justo al mismo tiempo, en el castillo real, el rey ordenó llamar a sus 50 mejores hombres para que se apresuraran a realizar el camino hasta el bosque y encontrasen a su hija. Pero por más que buscaron y buscaron, lo único que trajeron de vuelta fue la cesta de mimbre con la que Zoraida siempre recogía sus manzanas.
La familia real, al recibir la tremenda noticia, se sumió en una grandísima tristeza y pronto a pesar de la noche, el resto del reino no tardó en enterarse con lo que todo el mundo pensó lo peor.
¿Qué equivocados estaban eeee chicos…?
Pero bueno, el caso es que a Zoraida, eso de que los dos caballeros mostrasen tanto afecto y cortesía ante ella aunque fuese la hija de un granjero le llamó muchísimo la atención y pensó que éstos no eran como los demás caballeros que se habían intentado casar con ella anteriormente y que solo mostraban interés por el reconocimiento social y por el dinero sino que ellos valoraban a las personas tal y como eran sin importarles la clase social a la que pertenecían.
Así, al amanecer, cuando ella se dispuso a partir hacia su castillo, los dos muchachos insistieron en llevarla y aunque ella contestaba con rotundidad una y otra vez de que no era necesario, terminó siendo convencida por la caballerosidad y cortesía de los jóvenes lo que una vez más hizo de pensar a Zoraida de que éstos chicos no eran como los demás.
La gran sorpresa llegó cuando la chica al pasar justo enfrente del castillo real les dijo que se detuviesen, que habían llegado hasta su casa y que sentía muchísimo haberles mentido.
La corneta del vigilante situado en lo más alto de la torre principal no tardó en avisar de que algo importante estaba ocurriendo y por eso el rey, junto a su esposa se apresuraron a salir del castillo para ver qué era lo que estaba pasando.
La gran puerta central se bajó y la hija corrió hasta los brazos de sus padres para fundirse en un tremendo abrazo que por poco la deja sin respiración. Segundos más tarde, el rey salió para pedir explicaciones a los dos jóvenes que estaban en la puerta pensando que habían tenido retenida a su hija, pero Zoraida, dejó los brazos de su madre y explicó todo lo ocurrido ante los allí presentes. El rey, agradecido, cambió su rostro e inclinó su cabeza como muestra de agradecimiento hacia los jóvenes, que aún en sus caballos, no daban crédito de todo lo que estaba ocurriendo.
Todo parecía acabar aquí, pero la joven, se llenó de valor y arrodillándose ante su padre le dijo que por fin había llegado el momento que llevaba soñando durante mucho tiempo y que al fin había conocido al hombre con el que quería casarse. Dicho eso, la joven se puso en pie y se dirigió hacia el menor de los caballeros que la habían salvado y mirándole a los ojos dijo que él era el hombre con el que quería pasar el resto de sus vida, que ella no buscaba un famoso guerrero y ni un rico noble sino que buscaba alguien que simplemente le hiciese sentir especial y que ese hombre era él.
Con lágrimas en los ojos de sus padres y un gran aplauso de los curiosos que se habían acercado hasta allí al escuchar la corneta la joven Zoraida se perdió en el horizonte junto a su amado.


Y… COLORÍN COLORADO… ESTE CUENTO SE HA ACABADO…  

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